"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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04-07-2016 |
A los seguidores de Morena
En tres ocasiones los policías federales intentaron romper el bloqueo en Asunción Nochixtlán. Foto Ap Luis Alberto Cruz Hernández
Guillermo Almeyra
Con todo respeto: la propuesta de Andrés Manuel López Obrador a Peña Nieto de formar un gobierno de transición para asegurar elecciones democráticas ha sido considerada por muchos un esfuerzo noble y legítimo para evitar el derramamiento de sangre de los trabajadores y un intento de pacificación del país.
La propuesta tendría además la ventaja de presentar a AMLO como apaciguador para poder tranquilizar a sectores amplios de las clases medias, muy inquietos y descontentos con la política de PRI-PAN-PRD-PVEM y darles una alternativa a la abstención que se anuncia enorme, pese a la gravedad de lo que está en juego.
Por respeto hacia los millones de mexicanos trabajadores que esperan de Morena, no pondré en duda las intenciones de AMLO, pero me permitiré evaluar la eficacia y factibilidad de lo que propone.
Antes que nada, este gobierno es la dictadura de un puñado de oligarcas que se sostiene sobre la base de la desmovilización, desorganización y atraso político de una mayoría pasiva que no vota o que vota por sus verdugos.
Es el gobierno de un semi Estado dependiente de sus patrones del Norte y que no controla siquiera la fuente principal de sus ingresos (las remesas de los emigrantes), los recursos energéticos que ha vendido por un bocado de pan, el territorio, el mando de las fuerzas armadas dependientes de Estados Unidos, su diplomacia (que le es impuesta), la educación y la sanidad a nivel de todo el país y que, sobre todo, fuera del consenso pasivo de los inertes y de un puñado de capitalistas, carece del consenso activo o es repudiado por el México de los trabajadores y de la intelectualidad.
Por consiguiente, AMLO no dirige su propuesta a un presidente conservador pero inteligente, libre en sus decisiones, capaz de elegir entre diversas opciones y de tener margen para la audacia política. Se la hace a un hombre que, por el contrario, ha demostrado siempre poseer muy escasa dote de cultura, inteligencia y capacidad política, por no hablar de su escasísimo sentido nacional. Ese individuo se formó en el grupo de Atlacomulco y sobre sus espaldas ensangrentadas pesan la continuación de la guerra emprendida por Calderón contra los mexicanos, así como las terribles represiones en Atenco, Ayotzinapa y Nochixtlán.
AMLO le pide, pues, peras al olmo o se dirige en realidad a los mandantes ocultos e implacables de los simples ejecutores desde el gobierno de las decenas de miles de crímenes perpetrados por el terrorismo de Estado en los sexenios de Calderón y de Peña Nieto, del PAN apoyado por el PRI y el PRD, y del PRI apoyado por el PAN y el PRD.
Esta propuesta supera la mera ingenuidad y sugiere que AMLO, hablándole al presidente , se dirige en realidad por sobre éste a sus titiriteros, proponiéndoles implícitamente que, si le dan chance de llegar a Los Pinos, aunque sea maniatado y amordazado, tratará de frenar las luchas antinstitucionales que están estallando por doquier y encarrilará todo lo que le sea posible por la vía muerta de las elecciones fraudulentas y las instituciones organizadas por el capital para dominar a sus víctimas.
Ahora bien, las dictaduras –y ésta es una– no caen porque un dictador decide ser magnánimo. La conciencia, la organización, el nivel político de los trabajadores y sus aliados las torna insoportables y las socava hasta que caen. No se refuerzan la democracia y el poder popular creando confianza en las urnas que fueron tramposas en 1988 y 2006.
No hay que abandonar las movilizaciones junto a todos los sectores que luchen contra la desigualdad, las injusticias, la opresión. Hay que formar, en cambio, un sólido frente con los maestros de la CNTE, la OPT, los indígenas en lucha, los estudiantes para que, llegada la ocasión y si lo considera conveniente, dicho frente luche también en las urnas con un candidato resultante del consenso general, no de una autoimposición.
Hay que desarrollar en cada comunidad, en cada colonia, organismos democráticos de decisión, de control del delito, de organización de los recursos en beneficio de todos; organismos que, llegado el momento, puedan controlar, desmontar el fraude o la venta de votos. Es indispensable desarrollar el poder de organización de los trabajadores y unir entre sí los organismos de control y poder popular en germen (policías comunitarias, autodefensas democráticas, tendencias sindicales anticharras).
Es necesario también un periódico unitario de masas que llegue a todos lados, al campo, las fábricas, las universidades y que socialice todas las luchas, haga balances de éstas y, sobre todo, que desarrolle un programa de reivindicaciones inmediatas y de medio plazo para elevar el nivel político general, unificar los combates y actuar como organizador colectivo.
Lo que se necesitan no son acuerdos con el gobierno, sino luchas con independencia del Estado, desarrollo de la autoconfianza y la autoorganización de los trabajadores. Son contraproducentes los pedidos al gobierno fraudulento y asesino de un semi Estado dirigido por peleles a los que no hay que darles crédito político alguno ni legitimar fingiendo creer que pueden cambiar su naturaleza.
Los triunfos electorales son el fruto indirecto del cambio en la relación de fuerzas entre las clases y, sobre todo, de la comprensión por los explotados y dominados de que enfrentan al Estado de sus opresores. Ese cambio en la conciencia podría sacar del abstencionismo a miles de mexicanos asqueados de la vida política nacional y darles una causa justa.
Para no ir a una nueva derrota electoral anunciada, fraudulenta y desmoralizadora, hay que ser realista: sólo la lucha paga, no las maniobras sin principio. No hay atajos ni trampas que permitan llegar al gobierno sin tener ni una migaja de poder.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/